Durante el gélido enero de 2013 una mujer negra deambula por la Estación Termini de Roma. No habla ni una palabra de italiano. Busca comida en las papeleras. Llora. La gente la toma por loca. ¿Quién es? ¿Una extranjera indocumentada? ¿Una inmigrante ilegal más? ¿Una sin techo que no tiene dónde dormir? Pasados unos días, por fin un hombre negro se le acerca y le habla, primero en italiano –que ella no entiende– y después en francés. El desconocido, que le ofrece algo de dinero, es un sacerdote. Averigua que la mujer se llama Brigitte y la invita a acudir a un centro de acogida. Después de su encuentro con el cura, Brigitte recibirá la ayuda de ACNUR y de una abogada y le contará su historia a la autora de este libro. La historia es desgarradora, casi inenarrable. Ha llegado a Roma huyendo del Congo. Allí era enfermera, tenía una clínica y cometió la osadía de atender a unos manifestantes antigubernamentales heridos. Los militares le piden que los envenene con formol. Ella se niega. Lo que sigue es un calvario de torturas, humillaciones, violaciones y, al final, la posibilidad de huir gracias al gesto de un comandante, o acaso gracias al simple azar de que años atrás ella le había salvado la vida a la esposa de ese militar en su clínica y él la reconoce…