Es un libro de filosofía light. Te invita a reflexionar y adquieres conocimientos de forma muy amena. La escritora emplea anécdotas que hacen la lectura más divertida. La obra parte de la idea de cómo los mapas pueden engañar, influir en el lector y estar al servicio del poder. Al viajar, los propios mapas nos indican qué ver y qué es importante en cada ciudad y país, con lo que te hace preguntarte si al hacer turismo eres realmente libre. Luego, nos habla de diferentes filósofos y su forma de pensar, como Bacon, que debido a que afirmó que la naturaleza no se conoce por reflexionar sobre ella, como se afirmaba en la edad media, se impulsó el viaje y el turismo. Y debido a esto empezaron a surgir los primeros museos. Hay anécdotas curiosas como la relación de Locke con un pollo congelado, la relación entre Marco Polo y unos caníbales, que los Inuits ganaron a los vikingos, el inicio del Grand Tour por Europa y cómo los jóvenes estaban más interesados en el libertinaje que en el aprendizaje. Nos cuenta con humor cómo La Ley de Sodomía de 1533 en Londres impulsó los viajes al extranjero. Sabremos la relación entre el montañismo y el universo, o cómo empezó la moda de usar cabañas, o la paradoja del turismo de última oportunidad: viajar a lugares que van a desaparecer, aumenta la velocidad de su destrucción.
Lo que más me ha gustado es poder aprender filosofía de forma divertida, sin tecnicismos ni un lenguaje enrevesado. La forma amena y repleta de curiosidades te ayudan a leerlo muy rápido aprendiendo y disfrutando. Incluso si no estás muy interesado en la filosofía te lo recomiendo porque te vas a divertir y aprender. (Noemí Hernández, 18 de enero de 2023)