Llega el invierno y con él los paisajes más fríos se visten con tres bolas superpuestas decoradas con botones como ojos, zanahoria como nariz, gorro y bufanda: muñecos de nieve, figuras inocentes creadas en un juego inocente por niños con manos más inocentes aún ¿o no? Harry Hole, comisario del grupo de Delitos Violentos de la Comisaría General de Oslo, se enfrenta a un nuevo caso: varias mujeres han desaparecido en unas circunstancias que ponen en tela de juicio la “fuga” voluntaria, sin embargo, en un principio, tampoco hay indicios de una desaparición involuntaria, por lo que la policía se encuentra en tierra de nadie sin saber muy bien cómo actuar. Todo cambia, no obstante, cuando se encuentra el cadáver de una de esas mujeres, en ese momento saltan todas las alarmas y mil interrogantes: ¿cuál es el nexo entre las mujeres?, ¿cuál es el móvil de las desapariciones?, ¿quién es el autor de éstas? Hole y su equipo, al que se incorpora Katrine Bratt (oficial de policía proveniente de la comisaría de Bergen), tendrán que dar respuestas a estas preguntas partiendo de un único elemento común: en el escenario de las desapariciones hay un gran muñeco de nieve, ¿la firma de un asesino en serie? Jo Nesbo crea una trama en la que el malo, a pesar de no saber quién es hasta el final, marca el compás del baile y mueve los hilos de todas las personas implicadas en la historia: las víctimas, el equipo de investigación, con Hole y su entorno personal a la cabeza, y los lectores, que página a página se irán involucrando más con el fin de desenmascarar al asesino. El muñeco de nieve es una novela adictiva y sorprendente, cuando el lector piensa que ya ha averiguado quién es el culpable, la trama da un giro que le desmorona todas sus hipótesis. Tras leer esta novela no volverás a ver un muñeco de nieve con los mismos ojos. (Sandra C. Jarén, 11 de mayo de 2018)
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