No recuerdo las razones, pero sí me acuerdo que en los 90´s, leí mucha novela de autoras latinoamericanas. Elena Poniatowska, Ángeles Mastretta, Sylvia Molina, Laura Esquivel, Laura Restrepo, Isabel Allende y Marcela Serrano, entre las que me vienen a la mente, fueron protagonistas de mis lecturas en esa década. Quizá porque entraba de lleno a mi etapa de padre de dos mujeres; a lo mejor porque me sentía muy feminista; probablemente porque deseaba conocerlas mejor (tres en casa eran un fuerte incentivo); o acaso la razón fuera que las mesas de novedades de las librerías estaban dominadas por autoras, el asunto es que leí novelas de autoras latinoamericanas. Nunca me pareció que estuviera leyendo literatura “femenina”, o novelas “para mujeres”. Me gustaban las tramas que narraban, la manera en que las contaban, su visión del mundo, su talento, oficio, imaginación, es decir, las mismas cualidades que me gustan de los autores masculinos. Marcela Serrano me fascinó desde la primera novela que leí; creo que fue “Para que no me olvides” y le seguí con varias: “Nosotras que nos queremos tanto”, que desde el título te enamoraba; “El albergue de las mujeres tristes”, “Antigua vida mía”. De repente, dejé de leerla, pero no de adquirir sus libros. Sin embargo, mis registros muestran que la última ocasión que la leí fue el 8 de septiembre de 1998, en Nueva York (cargué hasta allá la novela). Marcela Serrano (1951- ), chilena, con una carrera universitaria en Artes que nunca desempeñó con el pasión con la cual desarrolló su carrera como escritora, no ha sido reconocida en su país natal. Probablemente por misoginia, aunque yo creo que es más por su militancia política, que la llevó al exilio a raíz del “Pinochetazo” del 73. A pesar de sus críticos, es leída, querida, admirada y fue galardonada con el Premio Sor Juana Inés de la Cruz. “El manto” atrajo mi mirada más por la autora que por el tema. Rara vez leo las sinopsis de las contraportadas. Elijo mis libros por otras razones, normalmente porque ya leí algo sobre el libro, el autor, o me gusta el género, pero trato de no leer de qué se trata. Siento que me predispone. “El manto”, caray, también tiene como tema central el duelo. Pude elegir no leerlo. ¿Otra vez con lo mismo Humberto, no te has hartado? Pero el inicio me impulsó: “Alguna vela llevo yo en este entierro”. Después de todo, me apellido Vela, así que acepté la invitación de Marcela. Ya la extrañaba, después de tantos años, quería saber algo de ella. Marcela Serrano nos cuenta la historia, su historia con su hermana Margarita, la compañera de juegos y viajes: la complice en los amores y desamores; su hermana mayor, menor que las mayores; la tercera de las cinco hermanas; la seductora periodista, la artista divertida de la casa. Y la historia fluye, a pesar del dolor, de la rabia, de la tristeza, de la depresión. La acompañamos en la enfermedad de Margarita y en el duelo que provoca su muerte; y nos damos un respiro cuando nos cuenta anécdotas como la de Charlton Heston, que les respondió a la carta que le enviaron, con una fotografía a cada una y ¡dedicadas!; la de su primer viaje juntas a Europa, cuando Margarita se iba a casar y no se casó; la de su lectura de “Mujercitas”, el clásico de Louise May Alcott, hoy tan de moda, y el reparto de personajes entre las 5 hermanas, donde Marcela se identificó con Amy, y Margarita se quedó con el personaje de Beth, a su pesar, pues una noche, ya en la cama, la Margarita le dijo: “No quiero ser Beth…Beth se muere.” Serrano había dejado el cigarro. Luego de nueves meses ganándole a la adicción, nos relata; “Al cigarrillo, siendo como es mi mejor amigo, lo veía venir de vuelta”. A mí me pasó lo mismo: siendo Marcela una vieja amiga, ya la veía venir de regreso.
hace 4 años