Un escritor de novela histórica y de cierta fama, trasunto del mismo autor, se ve envuelto en la minuciosa investigación sobre el pasado de la Humanidad gracias a la información que recibe de unos misteriosos personajes que le escogen a él para que acceda a todo este caudal de conocimientos secretos que él reúne bajo el título El informe Phaeton. Poco a poco el autor irá descubriendo que todo lo que sabemos sobre Historia Antigua se sustenta sobre falsas premisas. Según la información que adquiere, una civilización muy avanzada creció hasta límites insospechados cuando la Tierra estaba constituida por un solo continente llamado Pangea. Asimismo, lo que aún nos queda de leyendas mitológicas (todas por igual, la hindú, la egipcia, la grecorromana o la americana), como de creencias religiosas (básicamente la judeocristiana, las bíblicas, las del Antiguo Testamento y las de algún apócrifo como El libro de Enoc), son una y la misma cosa: el recuerdo de algo sucedido que jamás nadie se ha atrevido a imaginar: existió el diluvio universal, pero no fue culpa de Dios, sino del mismo hombre, que alcanzó tal grado de civilización que se atrevió a querer dominar la Luz Eterna, a controlar la rotación de la Tierra para gozar siempre de la luz del sol, fuente inagotable de energía, razón por la cual se produjo la destrucción total. Como en el mito de Phaeton. De esta civilización salen los mismos nombres que luego vemos en la tradición bíblica y mitológica y que fueron los protagonistas de la Historia: los ángeles (científicos en realidad), Lucifer (el rebelde que se opone al proyecto), Noé (que guarda el código genético de todas la especies de la Tierra en una nave previendo la destrucción total), etc. De esta herencia olvidada y como castigo para el futuro, al nuevo hombre nacido tras el diluvio se le modifica genéticamente y se le introduce el temor a Dios, con el que ha convivido hasta ahora.