El fuego sordo nace y se presenta, al mismo tiempo, como lección y como pasión. Surge de la complicidad de su autor con una serie de admirables escritores de quienes desea dar cuenta, al analizar sus obras, de los correlatos estéticos, ideológicos y formales que conforman el mapa explícito o tácito de su poética de la ficción: Francisco Ayala, Torrente Ballester, Antonio Prieto, Julio Cortázar, Hugo Claus, Thomas Pynchon expresan en sus novelas y relatos una manera de decir el mundo que se concreta en originales y significativos motivos formales, siempre imbuidos de ese fuego sordo (el amor a la belleza, la busca de la verdad, el misterio del tiempo) que jamás se extingue ni tiene cura.