Nuestro tiempo posee la personalidad de una época, pero ¿cuál es su estilo? El sistema capitalista se ha impuesto globalmente, ¿cuál es ahora su nueva condición? A menudo, las interpretaciones de la actualidad provienen de acercamientos sectoriales, políticos, sociológicos o económicos. Lo interesante y divertido, sin embargo, es cruzar los avatares de la economía con los del sexo, los de la genética con la moda, la política con la cosmética, el deporte con los reality shows, hasta percibir la cualidad y el estilo del mundo. Un estilo sutil mediante el cual el sistema ha cambiado las estrategias de dominación por la seducción y ha procurado, de paso, hacerse invisible o supuestamente transparente. Ahora el sistema se revela como una naturaleza, se erige en benefactor de la cultura mediante el marketing, trata de hacerse amigo inseparable del individuo halagando la vanidad del ego. Contra las críticas de explotación y cosificación de los seres humanos, el sistema responde con lenguajes afectivos o personalizados en el momento del shopping y la definición del trabajo. El capitalismo es ahora más femenino, menos macho; más difuso y difícil de combatir. Se encuentra por todas partes y en ninguna porque ha pasado de un estado sólido a gaseoso y porque su objetivo fundamental no consiste ahora en la producción de bienes sino en la producción de realidad. Una segunda realidad, o realidad de ficción, más pueril, antitrágica, inmediata, expurgada de proyecto y de sentido, descargada de tiempo histórico y convertida en máximo pasatiempo en la cultura de la distracción.