A lo largo de El dilema del omnívoro Michael Pollan trata de dar respuesta a esta, en apariencia, simple pregunta. Nuestra condición de omnívoros nos permite comer prácticamente todo lo que podamos encontrar en la naturaleza (o en el supermercado), por lo que el acto de decidir qué es lo que deberíamos comer inevitablemente nos provoca ansiedad, especialmente cuando algunos de esos alimentos podrían acortar nuestra vida.