En la obra El ahogado, se observa como Beccar Varela nos invita a contemplar un paisaje urbano que oscila entre la periferia y el centro, entre los personajes que transitan el margen de la ciudad y los que habitan en los adentros de una sociedad que los ignora, los invisibiliza. Desde lo narrativo, el autor, con su gesto escriturario, presenta una obra casi documental del conurbano, que se bate a duelo entre la precarización laboral, la explotación, el desempleo y la desigualdad social. Obra protagonizada por aquellos personajes que sortean las calles de una periferia que duele. Presos, por un lado, del condicionamiento y, según Beccar Varela, de las falencias de una realidad económica y social propias de un modelo de gobierno popular. Pero, fundamentalmente, parece advertir, de sus propias decisiones. Desde un posicionamiento político antinacional, antipopular y liberal de derecha, Beccar Varela describe una radiografía urbana, una fotografía, una imagen cruda y fiel, según él, de la realidad imperante en la sociedad argentina de los años 2014-2015. El autor, mediante varios guiños hacia las condiciones de producción de su obra, denuncia, de alguna manera, la situación económica en Argentina que se debatía entre la devaluación, el desemp leo y todas las consecuencias de las políticas del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Beccar Varela, desde su escritura tan mordaz, busca retratar la desigualdad social, la falta de empleo, la explotación laboral, la brecha entre estratos y la realidad argentina. A su vez, se cuela el discurso machista, la violencia de género y sometimiento, transfigurado en el discurso de los personajes y sus acciones. Para manifestar su postura, el autor utiliza el mecanismo de la apelación a los estereotipos, los antagonismos de clase y una construcción burda de lo alterno. Estereotipos que se encuentran dentro del imaginario colectivo y las representaciones sociales. Por ejemplo, el remisero que no llega a fin de mes, que además es violento e ignorante, la inmigrante que trabaja como mucama, la señora de clase alta que explota a sus empleados, entre otras estigmatizaciones. Desde las acciones y diálogos de estos personajes, cuestiona no solo la realidad sociopolítica, sino, además, las relaciones de poder, de sometimiento, de discriminación y la influencia del entorno. En cuanto al gesto escriturario de Beccar Varela, me asaltan concepciones encontradas. Por un lado, su estrategia de escritura es claramente documental, basándose en diálogos, descripciones o flashbacks para contar una historia que tiene como eje central el flagelo del desempleo, la miseria y la desidia. Pero es innegable la perspectiva determinista con la que nos hace sentir ahogados y sin salida, como peces fuera del agua, como sapos de otro pozo. No hay escapatoria a la pobreza, nos remite con su historia. No hay salida porque todo depende de nuestra procedencia biológica y de nuestro esfuerzo, nos desliza el autor su parecencia entre descripción y diálogos. Nuestra procedencia nos determina y nos condiciona, nos muestra con Rodolfo agonizando en el pasto producto de sus cuestionables y grotescas actitudes. Si bien, como dije anteriormente, su manera de plasmar la realidad refiere a una estrategia muy parecida a la de reflejar la realidad mediante la literatura, no se puede negar que su apelación a los estereotipos es tendenciosa y, en cierto modo, generalista, haciendo alusión a varias representaciones sociales que duermen en el imaginario colectivo, no precisamente de los sectores humildes. En la construcción de la otredad, de la figura del laburante o la trabajadora, que hacen los mismos personajes de sí mismos, es una suerte de “todo lo que dicen es usado en su contra”. Por lo tanto, desliza prejuicios (el chofer de remis es inculto, irresponsable, fracasado, bruto, bárbaro, machista, abusador) mencionando los programas que ve, la relación con su ex mujer, la violencia con la que reacciona o cómo gasta el dinero. Lo muestra como un hombre resentido socialmente. Por su parte, la mucama extranjera ante la desesperación accede a robar y traiciona su educación y sus convicciones, dejándonos un mensaje ambiguo entre la justificación del accionar de una persona en una situación límite y el prejuicio hecho realidad que vertía la hija de Graciela Ponce (y gran parte de la sociedad) sobre Rosa. Es decir, ante la necesidad, decide robar. Por otro lado, entiendo que la descripción de los lugares no es en vano. El autor en esa cartografía urbana nos muestra el hábitat de cada personaje (el monoambiente, la casa de Mestre, las casas del barrio), presentando desde allí una suerte de descripción de los personajes mismos. De donde se mueven, cómo viven y de qué manera esto, sumado a sus historias de vida, los condiciona y los discrimina. Por una parte, la obra de Beccar Varela, teniendo en cuenta el año en que me posicioné para analizarla, refleja tranquilamente una realidad que se condice con el último gobierno de Mauricio Macri. Debido al desempleo, las condiciones pueriles en las que viven los personajes, la explotación laboral, la crisis habitacional, etc. Por otro lado, entiendo que en la descripción que hace Becar Varela de los personajes también desliza la postura determinista, porque nos muestra que las consecuencias de los actos de Rodolfo y Rosa, o lo que hicieron de ellos, repercutió en sus acciones y vivencias personales de manera negativa. En cuanto al contexto sociohistórico, la obra se asocia a las consecuencias de la política económica y social del último gobierno: precarización laboral, desempleo, inseguridad, etc. Por ello, es interesante comprender como según desde dónde se lo mire y por mucho que le pese a Beccar Varela, su obra, que denunciaba las consecuencias de las políticas nacionalista-populares, puede, de igual manera, ser el reflejo del modelo neoliberal.
hace 3 años