El principio de siglo ve crearse en Costa Rica un cuento que es diverso, heterogéneo, complejo y caótico. Todas estas nuevas y nuevos escritores pertenecen a una nueva generación, ajena a realismos mágicos y temáticas de cuño indigenista. Una generación que presenta sus historias desde una perspectiva individual, dada más a la exploración de una sensibilidad personal que a la crítica social o al manifiesto político. Una generación que ha dejado de perpetuar la imagen de un continente exótico y subdesarrollado y que presenta su renovación literaria, tanto en la tendencia de su compromiso, como en la vertiente estética que se multiplica y reproduce a través de nombres y estilos. No hay ni ha habido jamás en parte alguna un pueblo sin relatos, sin historias que puedan contarse y escribirse.