Atraído por su argumento -la devastadora revolución comunista de los jemeres rojos en Camboya-, he leído esta irregularcilla narración semipaticorta. Paticorta, porque a la autora le han faltado tablas para mostrar la verdadera cara de la perversidad; entremezclándola con una jalea sensiblera demasiado pomposa y artificial. Aunque dice que se ha basado en su propia experiencia personal, su ficción literaria se me ha antojado demasiado floja: El genocidio inane de millones de personas, no se puede combinar con un sirope pseudoreligioso o pseudomítico tan apastelado. Una pena, ya que había material de sobra para haber hecho una mejor novela. Se queda tibia, plana y superficial. Pero como dicen que para los gustos los colores; puede que algún lector más cándido o bondadoso la pueda salvar.
hace 8 años