Jorge Semprún tiene quince años y se halla en París, internado desde hace pocos meses en el célebre liceo Henry IV, cuando el ejército franquista toma Madrid. Atrás han quedado sus fugaces pero indelebles recuerdos de infancia, en especial los veranos de Santander y Lekeitio: los juegos entre hermanos en el jardín, los poemas que el padre recita al anochecer, la muerte de la madre, la visita al abuelo Antonio Maura… El estallido de la guerra civil española en 1936 había provocado el exilio de su familia republicana, primero en La Haya y luego en París. Semprún comienza entonces a forjar sus primeras convicciones políticas y filosóficas; de la mano de los amigos intelectuales de su padre, entra en contacto con la izquierda francesa en unos años capitales para el futuro de España y Europa. Son también los años del descubrimiento de la sexualidad, de las lecturas que lo marcarán toda la vida y del fructífero encuentro con la lengua francesa.