La muchacha de los ojos de oro es la magnífica e inolvidable historia en la que la lujuria brota del misterio, el Oriente abre sus ojos soñolientos en el París siempre despierto, la aventura se entrelaza con la realidad, las flores del alma se abren al borde del delirio y de la muerte, y el presente es iluminado con una antorcha tan potente, que lo vemos ante nosotros como las grandes épocas ancestrales... La historia de Henry de Marsay y de la muchacha de los ojos de oro. La historia cuyo comienzo es una descripción de París, una descomunal pintura en palabras, una colosal construcción que se levanta iluminada por una luz lívida, alternando con las más negras tinieblas, y cuyo final es un poema del oriente, en el que se mezcla la embriaguez del placer más intenso con el olor a sangre y del que se remonta un algo que, pasando más allá de los sentidos, va a perderse en lo innominado; cuyo comienzo podría haber trazado la mano de Dante, cuyo final podría pertenecer a las Mil y una noches, y cuyo conjunto a nadie en el mundo podría deberse más que a aquel que lo ha escrito. No sé qué afanes pueden anidar en la fantasía de un lector que no se sacien con los libros de este hombre.