Después de vivir durante diez años en París, Henry Miller emprende un viaje en automóvil por Estados Unidos. El país le parece magnífico pero terrible a la vez; comprueba que en ninguna parte como allí el divorcio entre el hombre y la naturaleza es tan flagrante. Deplora los ideales democráticos de la libertad se hayan esfumado; que el hombre del Norte se haya convertido en un ser ávido de dinero; que las industrias exploten a sus trabajadores y contaminen el ambiente; y que la cultura sea menospreciada. Sólo en el Sur captará el perfume de un tiempo sin aceleraciones y conocerá a algunos raros individuos que representan para él aquel añorado pensamiento original sobre la vida opuesto a la mecanización de la mente y del alma.