– GUSTARÁ:
Al lector desinhibido y abierto de mente que fantasea despierto blandiendo una espada invisible cuando va en el autobús con la ilusión volando a través de los ventanales. Será del interés de aquellos que disfrutan en un mundo de fantasía im(posible) con toques y trazas de originalidad, donde aunque se den cita los lugares comunes del género, también cohabitan curiosas sorpresas y cambios de registro. Los seguidores de las eternas luchas entre el bien y el mal con palaciegas e intrincadas políticas de aliados y enemigos aquí tendrán su punto de encuentro.
– NO GUSTARÁ:
Principalmente a dos tipos de lectores. En primer lugar a aquellos que gustándoles la fantasía épica huyen de sucesos heterodoxos y que se deslizan tangencialmente por los cánones establecidos de la fantasía clásica desde la mitología grecolatina a la nórdica. En segundo lugar a los que viven con los pies en la tierra y prefieren lecturas contemporáneas o históricas pero que se ciñan escrupulosamente al realismo literario y al devenir racional y reglamentario de los acontecimientos.
– LA FRASE:
“El Amo volvió a alzarse, esta vez apoyándose en su báculo, y se dirigió a la ventana. Se asomó por ella y vio, con sus cansados ojos, un paisaje desolado, una tierra estéril cubierta de cenizas y de árboles tan oscuros como una noche cerrada, cuyas ramas se retorcían formando sombras fantasmagóricas. Vio también a sus hombres afilando sus armas, cruzando las mismas en el campo de entrenamiento, construyendo arietes, carros… Todos ellos estaban ansiosos por entrar en combate, por conseguir una gloriosa victoria. Esa visión lo llenó de gozo”.
– RESEÑA:
Hoy traemos a la primera línea de la trinchera de las reseñas literarias, Pasto de las llamas: La senda de los héroes I, primera parte de una saga de fantasía que es el sueño de infancia de su autor, Miguel Ángel Puerta. Es la fantasía el patio de recreo de la chavalería. Ahí corren, juegan, experimentan y fantasean con el mundo al que querrían pertenecer huyendo de la mundanidad que recorre sus responsables y regladas vidas colegiales y familiares. Escudarse en el reducto amurallado de la ficción siempre es una buena noticia. Son los niños que soñaron con dragones, lugares encantados, razas variopintas, espadas y brujerías, los que hoy nos traen todo aquello envuelto para regalo de lectores que compartieron con ellos los mismos patios de recreo y que lucharon encarnizadamente con espadas de madera y albornoces como túnicas de mago.
El autor nos presenta un mundo en decadencia que nos recuerda a figuras como Robert Baratheon en Juego de Tronos, Denethor o Theoden (en su perfil poseído por Saruman) en El señor de los anillos o a Juan sin Tierra en Ivanhoe. Son ejemplos que detentan el poder sobre sus súbditos de manera férrea e implacable, pero que por su mezquindad, abandono, dejadez, mala gestión y aprovechamiento de su posición preferencial, han abocado a su pueblo a situaciones cruentas e insostenibles. Es justamente en estos momentos de debilidad gubernamental (en política contemporánea lo llamaríamos acciones populistas o salvapatrias) cuando en la lucha del desconcierto se alza una figura que, aprovechándose del río revuelto, consigue aglutinar a los detractores de un sistema arcaico, errado y autofagocitado de burocracias engordadas. Todo subyace en la metáfora de la peste negra que asoló Europa en el siglo XIV llevándose por delante a cerca de un tercio del total de la población. Son El Rey peste de Edgar Allan Poe, la reencarnación del mal de Randall Flagg de Stephen King, el Sauron “nigromante” de El Hobbit o la propia muerte de El séptimo sello de Ingmar Bergman. Nunca falta un gran maestre Pycelle, un littlefinger o un Grima (lengua de serpiente) para conspirar en las sombras con el objetivo de alzar a su amo al trono. Trono que creen les facilitará mayores cotas de poder, renombre y respetabilidad. En tiempos convulsos la oscuridad entreteje con mayor facilidad sus sombras entre los más débiles y crédulos.
En toda épica hay una comunidad del anillo, unos goonies, un club de los perdedores o una alianza rebelde que lucha contra un enemigo que les supera en número o en fortaleza y, en ocasiones, en ambas facetas. Sauron, Los Fratelli, It o el Imperio, son ejemplos de todopoderosos malvados a los que hacer frente y Pasto de las llamas no podría ser un ejemplo menor. Aquí nos encontramos con un pequeño grupo de renegados que intentarán contrarrestar la funesta agresión que está ocasionando un malo malísimo que trastea como pez en el agua por un mundo en llamas que quiere terminar de incendiar para, posteriormente, en la calma de las cenizas, alzarse con el título de Dios emperador. En la presente obra se dan cita personajes principales y secundarios con varias localizaciones geográficas entre sus más de seiscientas páginas. Sin ser de una complejidad genealógica notable, sí hay que comentar que este libro debe leerse relativamente del tirón y con cierta atención y retentiva, ya que en caso contrario nos podríamos perder por algunos recovecos olvidando algunas de las relaciones entre los personajes. Aquí radica la grandiosidad de la fantasía. Mundos con mapas muy extensos requieren llenarlos de una nutrida fauna y flora perfectamente identificable, mensurable y reconocible. El autor además lía aún más la madeja narrativa al modificar el imaginario colectivo de las distintas razas que habitan su mundo. Tenemos enanos, elfos, humanos, brujas, magos, vampiros, etc, pero con alguna peculiaridad que hace que puedan saltar las alarmas a los canonistas más ortodoxos. Hay que dejarse seducir por el Reino de la Lanza Negra como un lugar original. Si bien todo es comparable con la biblia de El señor de los anillos, muchos autores como Stephen King, Andrzej Sapkowski. Patrick Rothfuss, Robert Jordan o Terry Pratchett, etc, han volteado el género a su antojo con notables resultados de crítica y público.
Pasto de las llamas de Miguel Ángel Puerta abre el género fantástico a una nueva ramificación en texturas y contrastes coloristas respecto al clasicismo épico. Supera con creces la comparativa con los grandes gurús especialistas en estas lides. De ritmo alegre, continuado y alejado de maneras barrocas y densamente expositivas, esta novela es accesible para todas las edades, aunque, sin entrar en detalles, tanto por la complejidad del mundo como por ciertas escenas escabrosas, está más orientada a un público más adulto que adolescente. El autor concibe desde cero un nuevo lienzo en el que ha dado sus primeros brochazos. Le deseamos para posteriores continuaciones que, seguramente, redondeen, amplíen y diseccionen la obra, vaya más alto, más lejos y más fuerte con su propuesta. El inicio ha sido muy prometedor.
hace 6 años
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