No es el tipo de novela negra a la que estamos acostumbrados, desde luego. Es absolutamente diferente.
El argumento gira alrededor de la investigación policial de unos crímenes relacionados con el mundo del bondage y el BSDM. No quiero desvelar nada más acerca de la trama porque creo que implica privar al lector de ir descubriendo por sí mismo.
La novela está estructurada en dos capítulos, más un epílogo. En cada capítulo un detective de la policía nipona actúa como narrador. Los dos detectives tienen personalidades muy diferentes; el autor ha plasmado esto con tanta determinación que casi sobran las descripciones acerca de cada uno de ellos. En el primer capítulo, narrado por Togashi, que es impulsivo, obsesivo, temerario y oscuro, las palabras son como cuchilladas, tremendamente viscerales. En el segundo, narrado por Hayama (ligeramente apático, reflexivo, calmado, recto y decidido siempre a conocer la verdad), el autor opta por frases más largas, cargadas de explicaciones, de verdad, de determinación. Todo el libro está plagado de metáforas visuales no siempre explícitas, dando gran importancia al simbolismo del color. Tanto los detectives como el resto de los personajes, por diferentes motivos que se conocerán a su debido tiempo, representan almas atormentadas que buscan redención.
La cuerda representará la divinidad, lo sagrado, la historia, la cultura, la fe, la mitología... Subyace cierto mensaje político acerca de la sumisión y la obediencia del pueblo hacia sus dirigentes, incluyendo una vertiente de clara denuncia social. Es un libro complejo, con muchas vertientes, donde se estudian la vergüenza y el dolor; la violencia y la dominación; la humillación y la liberación; la sumisión y el control; la verdad y las mentiras. Un viaje a lo más profundo y oscuro de la psique humana que no puede dejar indiferente. Es uno de esos libros que es imposible olvidar. (Inma Muñoz, 25 de marzo de 2024)
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