Pedro Antonio de Alarcón, "el único hombre de genio, de verdadero y auténtico genio, que ha tenido la novela española en el siglo XIX", como lo calificara Azorín, ofrece en estas narraciones, lo real y lo fantástico, casi lo cósmico, lo extravagante, lo cuerdo, lo trágico y lo cómico, lo tierno, lo grotesco y todo aquello inherente al alma popular de nuestras tierras. Y si bien el autor perfila con agudeza todos estos matices, éstos no son fruto exclusivo de su imaginación: casi la totalidad de las historias, "aunque parezca increible", como afirma el mismo Alarcón, son extraídas de la "inverosímil realidad de España". Porque Alarcón, como alguien dijo, escribió "mojando la pluma de Quevedo en la paleta de Goya".