Alan Parker se ve obligado a hacer autostop para llegar al hospital donde su madre convalece de un grave accidente. Sin embargo, no imagina que durante el trayecto se enfrentará a la experiencia más terrorífica de su vida. Los sucesivos conductores que le recogen encarnan macabras fuerzas del más allá capaces de anticipar e incluso modificar el destino de Alan y de su madre. El primer conductor parecía simpático, pero una sensación siniestra y sofocante permuta el ambiente dentro del coche y cuando el viejo le dice que pida un deseo a la luna llena, Alan mira hacia ella y la ve como algo infectado y putrefacto. Pero pide que su madre no esté muerta sino que esté bien para cuando él llegue al hospital. A pesar de la oferta del señor a llevarlo hasta el mismo hospital, Alan decide bajar del coche y buscar otro. Cuando baja del coche, se encuentra al lado de un cementerio. Se detiene para mirar una tumba y cuando se da la vuelta se tropieza con algo, se da con la cabeza contra una piedra y se desmaya. El siguiente coche que para es un Mustang y el conductor parece joven y guapo. Hasta que, una vez dentro del vehículo y ya en marcha, Alan se siente paralizado por una extraña sensación de peligro. De repente, se da cuenta de que el chico al volante tiene la cabeza cosida al cuello con una linea de puntos negros. El conductor está muerto. El conductor lleva una chapa que pone "Yo he montado en la Bala de Thrill Village". Y pregunta a Alan si había subido alguna vez a la montaña rusa. Alan miente y dice que sí. Pero el conductor sabe la verdad y le recuerda la escena de cuando Alan estaba con su madre en el parque de atracciones y, a punto de montar la Bala, sucumbió a un ataque de pánico y se negó a montar. Su madre le dio un cachete por hacerla esperar y el niño se sintió humillado. Entonces el conductor le pregunta, bueno, ¿Y ahora, quién va a montar en la Bala?, Alan tiene que escoger entre su madre o él mismo. Si no decide antes de llegar a la ciudad, los dos morirán.