La vida sucede al otro lado de una persiana en los primeros minutos del amanecer o nos golpea con la fuerza de una locomotora, pero nunca nos deja indiferentes ante el dolor, el amor o la sorpresa. La colección de relatos que compone Leña refleja con precisión cartesiana los giros inesperados de pequeñas historias personales, sus ruletas rusas emocionales y la belleza de sus rutinas. El autor consigue que lo anecdótico merezca un lugar destacado en el cuadro de honor de la literatura y nos pone frente al espejo de nuestras propias realidades comunes. La descripción de Álex Prada en su prólogo no puede ser más certera: «En las historias de José Pedro hay Palahniuk y hay Quiñones, hay Carver, hay mierdasdebarrio y hay fuck. Y hay ritmo. Uno va cayendo por el tobogán del relato —un relato sin tobogán no funciona—, ve venir a Ariel Macciola, El Conejo, en Leña, con el balón controlado y quiere saltarse las palabras para saber si al final hay gol o enfermería. Esa ansia es un ingrediente básico y el autor la esparce con mimo en sus tramas». En ellas conviven el detalle y la exactitud con la vitalidad y la delicadeza, en un equilibrio perfecto, al igual que confluyen en el autor varias tradiciones literarias, aparentemente opuestas.