Hay muchas páginas que describen el estilo de Ray Bradbury, muchas que definen su nacimiento en una fecha precisa, afortunadamente no cerrada aun en una funesta fecha de deceso, muchas que se ocupan de su vida privada, de la cantidad de hijas que ha tenido, y de sus nombres y edades, y de su extensa bibliografía; pero en páginas como esta, es posible desenterrar de lo más profundo de nosotros, la emoción sencilla que despierta su lectura, de los muchos felices momentos que nos depara, de la implacable melancolía que desprenden sus páginas. Bradbury borda en cada cuento, muchas veces, o casi siempre de simple argumento, un altar, una oda, a la soledad, a la temible soledad de todo ser humano, aun rodeado de gente, de ruido, de ocupaciones, de una soledad interior, más vasta y profunda e inexorable que cualquier otro sentimiento; al rápido e incesante paso del tiempo, a los colores del alba, "anaranjados y azules y violetas y a veces muy rojos y a veces amarillos o claros como el agua sobre una piedra blanca", al amor, tantas veces no correspondido, a la noche, a los aromas, de todas las cosas, al perfume de los pinos, al olor de la tierra mojada, del aire cortante del invierno o al olor del "cuero del tapizado de un coche, en pleno verano" (nadie, jamás ha mencionado ese detalle, que me recuerda a mi propia infancia, adormecido en el coche de mi padre y sintiendo el inconfundible olor del verano, que brota del metal caliente de los autos recalentados por el sol)a la lluvia, y a tantas cosas "menores"; a estas cosas menores, Bradbury les da entidad, les otorga vida propia, les concede un perfume, un gusto, un color, una forma. Hay, como dije, detrás de cada cuento, un enorme sentimiento de dolor, de angustia, emparejado con un pueril sentimiento de alegría, de sorpresa ante cada descubrimiento. En resumen, Bradbury es “El” poeta de la ciencia ficción, epíteto que tal vez no le gustara demasiado pero que es la más pura verdad. En cuanto a los relatos contenidos en este libro, la mayoría son maravillosos, con aquella sencillez mencionada anteriormente, sencillez que emana de su humildad, y están repletos de poesía y de nostalgia. Los mejores son, para mí, sin menoscabo de los restantes, los siguientes: - El ruido de un trueno - La sirena - La fábrica - Hola y adiós - Las doradas manzanas del sol - La bruja de abril - El ancho mundo allá lejos - El peatón
hace 8 años