Es una obra peculiar: una simbiosis entre el libro de relatos y la novela. El lenguaje está lleno de metáforas, fantasía y carácter onírico por momentos. En un estilo lírico, sobresalen las referencias sensitivas con detalladas descripciones olfativas, visuales o de sabores; siendo el marco de las sensaciones la propia Naturaleza. Una narración poética concentrada en varias partes por toda la novela. En un verano hay cabida para una multitud de descubrimientos, buenos y malos, aprendizajes (sobre uno mismo y los demás, sentimientos, experiencias vitales…), deseos y recuerdos, que se sitúan entre la realidad y la ilusión. En un principio los protagonistas son niños, pero, poco a poco, se van sumando en esta amalgama de “cuentos” las vivencias de los adultos, en especial los ancianos del lugar. Unas historias sobre la imaginación de la vida sencilla, la fugacidad del tiempo, las añoranzas, el impulso de vivir el presente con intensidad, y como trasfondo de todo está el eterno binomio vida-muerte. Relatos (o fragmentos narrativos) que son variables en calidad y atención, pero que de una forma global se puede considera una lectura recomendable, con momentos amenos y agradables. De los tres libros que he leído de este autor (“El árbol de las brujas” y “La feria de las tinieblas”) con características comunes: fantasía, aventuras y niños como protagonistas, “El vIno del estío” es, según mi criterio, el mejor del trío.
hace 12 años