Un viejo jardinero cuenta a un interlocutor ausente la historia de un triángulo amoroso. El empleo de una voz narrativa que no comprende las implicaciones y la gravedad de lo que está contando es uno de los recursos que mejor ha empleado Mercè Rodoreda en su obra. En esta ocasión, lo aplica a un triángulo amoroso que se narra mediante tres veranos, con lo cual su evolución avanza muy rápidamente. La sensación que tiene el lector de saber más que el propio narrador está perfectamente logrado, y el tono de oralidad y el tratamiento del tiempo son dos aciertos que difícilmente pasan desapercibidos. Una de las obras más maduras y acabadas de Rodoreda, donde su particular realismo llega a la máxima expresión.