Con un estilo fresco y nada ortodoxo, Vázquez-Rial retrata la violencia política de la junta militar de Argentina y sus desapariciones a través de la mirada distanciada de uno de sus sicarios, un hombre duro acostumbrado a lo peor de la sociedad y que, aun así, sucumbe al terror cotidiano de la parte extraoficial del régimen.