El gatopardo (1955) Lampedusa, G L
Francisco Prida Peláez
CINISMO. Ambientada en la época revolucionaria y de la Unificación italiana con Garibaldi (QUE TODO CAMBIE PARA QUE TODO SIGA IGUAL) Novela histórica que se ve como la historia impacta en los personajes y los distintos ambientes de la época.
PERSONAJES: El príncipe Fabrizio qué ve cómo se cambia y se destruye todo a su alrededor, Pablo su hijo mayor muy acomodado y con muy poca iniciativa. Su sobrino Tranquedi representa el espíritu del cambio y la revolución y es el hilo que marca la novela y al que adora el príncipe y el alcalde (con una hija bellísima Angélica) que es un tiburón para los negocios y la vida. Donnafugata la residencia de verano a la que huye la familia
NOTAS. La novela tiene momentos de inspiración cómo:
"Los sicilianos dicen que no conocen el camino a su propia casa eso es la Omerta y marca todo su carácter"
"¿ porque quería Dios qué nadie muera con su propia cara?", así empieza la descripción del principie recordando su vida antes de morir . . . MB
Recuerdo a la vida antes de morir (Ptos 7) Página 447
Don Fabrizio se miró en el espejo del armario: reconoció más su vestido que a sí mismo: altísimo, flaco, con las mejillas hundidas, la barba larga de tres días: parecía uno de esos ingleses maniacos que deambulan por las viñetas de los libros de Julio Verne. Un Gatopardo en pésima forma. ¿Por qué quería Dios que nadie se muriese con su propia cara? Porque a todos les pasa así: se muere con una máscara en la cara; también los que son jóvenes, incluso aquel soldado de la cara embarrada; Hubiese querido contravenir en lo posible esta absurda regla de enmascaramiento forzado, pero se daba cuenta de que no podía, que levantar la navaja de afeitar sería tan penoso como, en otro tiempo, levantar su propio escritorio.
Pensó en todas esas cosas que ahora le parecían humildes aunque preciosas, en esas mezclas de metal, en esas tramas de hilos, en esa telas cubiertas de tierra, que dentro de poco caerían, sin culpa, en un limbo hecho de abandono y olvido. Se le oprimió el corazón, olvidó su propia agonía pensando en el inminente fin de estas pobres cosas queridas. La fila inerte de casas detrás de él, el dique de los montes, las extensiones flageladas por el sol, le impedían hasta pensar claramente en Donnafugata: le parecía una cosa surgida en sueños, ya no suya. Suyo no tenía ahora más que este cuerpo acabado, estaba solo, náufrago a la deriva en una balsa a merced de corrientes indomables.
Los tapices de Donnafugata, los almendrales de Ragattisi, incluso, quién sabe, la fuente de Anfitrite, correrían la grotesca suerte de ser metamorfoseados en terrinas de foie gras , digeridas en seguida, en mujercillas de ba-ta-clan más frágiles que sus afeites, como aquellas añosas y esfumadas cosas que en realidad eran. Y de él quedaría sólo el recuerdo de un viejo y colérico abuelo que había muerto en una tarde de julio, precisamente a tiempo para impedir al chico que fuera a tomar baños a Livorno. Él mismo había dicho que los Salina serían siempre los Salina. Se había equivocado. El último era él. Después de todo, ese Garibaldi, ese barbudo Vulcano había vencido.
hace 2 años
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