Valentina y Oliver han viajado a Escocia para disfrutar de unas merecidas vacaciones y visitar a la familia de Oliver.
Al poco de llegar reciben una llamada de Arthur, el padre de Oliver, para informarles de un sorprendente hallazgo: mientras preparaba la restauración del castillo de Huntly, su última adquisición del antiguo patrimonio del clan familiar ha encontrado un pequeño despacho que llevaba oculto dos siglos.
El despacho no es la causa de su llamada, sino más bien lo que ha encontrado en su interior: una carta que revela que las memorias de Lord Byron, supuestamente quemadas tras su muerte, pueden estar ocultas entre los muros del castillo.
La búsqueda de las memorias se complica cuando un hombre aparece muerto en el despacho secreto. Mientras la policía escocesa investiga el suceso, Valentina y Oliver comienzan sus propias pesquisas sobre el autor de la misiva.
Esa historia se alterna con la de Jules Berlioz y Mary MacLeod. Él, dependiente de una librería, y ella, hija de una familia de clase alta, comienzan una amistad prohibida que terminará silenciada por un crimen que nunca se resolvió.
El camino del fuego, de María Oruña, es la quinta entrega de la saga protagonizada por Valentina Redondo.
Es una novela diferente a las anteriores porque Valentina es una mera testigo de la investigación que lleva a cabo la policía escocesa; algo complicado para ella, acostumbrada a dirigir los pasos de su equipo. También porque nos permite conocer más a la familia de Oliver. Especialmente a su abuela Emily, una anciana encantadora con una vitalidad arrolladora.
Hay un alto nivel de suspense en la trama. La autora lo logra a través de las diversas investigaciones y a las anticipaciones al final de algunos capítulos, que consiguen despertar mucha más curiosidad que si no supieras lo que iba a ocurrir.
El libro está lleno de referencias metaliterarias. No solo de Lord Byron y su obra, sino también de los libros que se han perdido a lo largo de la historia por la censura o porque los herederos de los autores no consideraron que esas obras inconclusas fueran más que legajos sin valor alguno.
Una novela en la que María Oruña se supera a sí misma y nos muestra, en todo su esplendor, su amor por la literatura. (Ana García, 6 de junio de 2022)