Don Leandro llevaba trabajando más de treintaicinco años como profesor en una Facultad de Medicina. A pesar de ello, el viejo profesor vivía su actividad profesional con la máxima intensidad y dedicación. El empeño máximo del ilustre prócer consistía en transmitir a sus alumnos, con trazas de humor, el lado oscuro del ser humano, el aspecto ruin y humillante de algunos de nuestros semejantes. A la vez que transmitir sus lecciones con humor, procuraba que cada uno de los casos comentados impactase en sus estudiantes y les hiciera reflexionar acerca de los conceptos que encierran las palabras dignidad, respeto a las víctimas y a uno mismo, empatía, igualdad, justicia, análisis crítico y conocimiento de las limitaciones de cada uno de sus discípulos.