Salvador Fuensanta es empleado del servicio de limpieza de un aeropuerto, pero está a punto de jubilarse. Lleva más de veinte años trabajando en un lugar tan impersonal, por el que circula tanta gente desconocida, que ha desarrollado una gran capacidad para modelar la realidad a su gusto, recreando historias y jugando a adivinar las vidas de los pasajeros anónimos que se cruzan sin destino conocido.