Es el tercer libro que leo del autor (todavía ninguno de novela negra) y el segundo ambientado en África. La verdad es que el título poco tiene que ver con el contenido, porque de comedia, en su sentido humorístico, no tiene nada, más bien todo lo contrario. El libro está narrado en primera persona por un panadero que cuida a un niño moribundo en un tejado de una ciudad africana. Es principalmente la historia de ese niño, Nelio, la que se narra a lo largo de las páginas. Desde su tierna infancia en el poblado, el ataque de los bandidos y la masacre que acabó con su idílica vida infantil, de refilón vemos la crueldad que sufren los niños-soldados… hasta cómo llegó Nelio a una ciudad al lado del mar y terminó, gracias a su ingenio e inteligencia, siendo el jefe de una banda callejera de niños e incluso respetado por los mayores.
Pero de lo que sobre todo trata este libro es de los niños de la calle, huérfanos o no, que viven en la miseria, desamparados y olvidados en las calles de la ciudad (“El hambre y el frío pueden ser menos lacerantes que no poseer un documento de identidad”). Una historia triste, conmovedora y entrañable a la vez. Mi único “pero” es que el personaje de Nelio me ha parecido poco creíble. Creo que por muy duras que hayan sido las circunstancias vividas por un niño de diez años no llegaría a pensar tan como un adulto, y eso me costó un poco, sobre todo a partir de que está en la ciudad. Pero en conjunto el libro me ha gustado.
hace 9 años
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