¿Qué sucede cuando la plenitud de una página escrita se convierte, a través de los ojos del lector, en el vacío de aquella abstracción que llamamos experiencia? ¿Y si el lector en cuestión es el propio autor que, releyéndose, elabora sus interesantes «poéticas a posteriori»? Aparece una obra intrigante sobre los meandros de la escritura que se puede disfrutar en varios niveles: si ya hemos leído los libros de Tabucchi de los que se trata, podemos revisitar aquellas atmósferas a la luz de las nuevas sugerencias; si por el contrario no los hemos leído, podemos aprovechar la ocasión para rellenar la laguna. Autobiografías ajenas acoge a un elenco singular: Baudelaire y Paolo Conte, Heidegger e Imelda Marcos, Montale y Andréa Ferréol; y no es un ensayo literario, aunque para los entendidos sea de lo más provechoso y sugerente. Una obra que transforma la íntima interlocución con uno mismo en un diestro artificio de reflejos y autorreflejos.