Cuando somos pequeños nos suelen preguntar qué queremos ser de mayores, como si nuestra opinión en ese momento no fuera inamovible y no fuera cambiando según vamos creciendo y conociendo mundo. En la adolescencia, sin embargo, hay algunas ideas u opiniones que se consolidan a la par que surgen, aunque después no resulten como esperábamos en un principio. Berta Isla se encaprichó del nuevo alumno del instituto, Tomás Nevinson, en cuanto lo vio, no tardó mucho en imaginarse su nombre de casada, Berta Isla de Nevinson, y cómo iba a ser su vida con él, así que se puso manos a la obra para conquistarlo como quien se empeña en comer caviar auténtico para cenar aunque su economía no se lo permita, si bien es cierto que no le costó mucho, Tomás había tenido la misma determinación para con ella. Su relación, no obstante, no comenzó con buen pie, la distancia, las mentiras y la ocultación de información fueron su marca y seña desde el inicio y, aunque ambos creían que esto solo sería algo temporal hasta que se casaran y convivieran, no hizo más que empeorar: un acontecimiento inesperado obligó a Tomás a llevar una vida paralela, una vida de la que Berta solo tiene una pincelada de realidad y toneladas de suposiciones imaginadas. Es por ello que en esta novela se habla de amor, sí, pero no de un amor romántico y empalagoso, sino todo lo contrario, podría decirse que habla del lado oscuro de este: de la desconfianza, la soledad aun estando acompañado, la traición y, contradictoriamente, también de su antónimo, la lealtad. También habla de los caprichos del destino y de nuestra capacidad de redirigirlo, cambiarlo o aceptarlo, de la madurez, del paso del tiempo, de la espera, de las dudas, del miedo y de las inseguridades. Berta Isla nos narra, intercalando el punto de vista y las vivencias de Berta y el punto de vista y las vivencias de Tomás, una Odisea modernizada en la que Berta pasa el día en el balcón de su casa de Chamberí esperando el regreso de su querido, y a la vez odiado, Tomás Nevinson, como hacía Penélope en su templo; por su parte, Tomás, tras haber vivido cientos de aventuras a lo James Bond, solo quiere volver a casa, como Ulises, a la tranquilidad de su hogar, aun sin saber si será bienvenido o no, si Berta ya lo habrá olvidado. Así, mientras Berta se debate si seguir aferrada a la barandilla del balcón, que simboliza su lealtad hacia su marido, o soltarse, Tomás zozobra entre los mares del querer y el deber, la “fama” y el olvido, su auténtica realidad o la realidad de aquellos a los que tiene que interpretar en su trabajo. Berta Isla es un claro ejemplo de las máximas: “el que la sigue la persigue”, “todo puede cambiar en un instante” y “el que espera desespera”. También es una obra cuidadosamente escrita, en la que Javier Marías vuelve a hacer gala de su prosa. (Sandra C. Jarén, 4 de mayo de 2018)
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