Un terrorista se inmola en el mercado de Jerusalén. Una mujer muere: era extranjera, vivía sola y nadie reclama su cadáver en la morgue. Sin embargo, Julia Ragayev tenía un trabajo; era empleada de la limpieza en una gran panificadora. Un periodista sin escrúpulos aprovecha el caso para denunciar la "falta de humanidad" de la empresa, que ni siquiera se había percatado de la ausencia de su empleada. El director de recursos humanos tiene que hacerse cargo del asunto y buscar remedio a los daños de imagen sufridos. Pero, tras asistir al emotivo entierro de la mujer, el caso se convierte para él en algo más importante que recuperar la simpatía de la opinión pública. Tendrá que devolver a Julia a su pueblo natal y su verdadero cometido consistirá en encontrar en su interior los recursos humanos necesarios para vencer la frialdad que parece extenderse sobre el mundo y sobre sí mismo.