La poesía de Strand tiene detrás del idioma y de su idiosincrasia norteamericanos cierto aire de familia que le permite ingresar en nuestra sensibilidad sin necesidad alguna de llamar a la puerta. Esta amplitud de intereses -que va de la mano con su curiosidad intelectual- lo sitúa en un lugar de excepción en la tradición poética norteamericana.