Shiké, la obra maestra de Robert Shea, puede ser leída de muchos modos, pues por un lado es una intensa y conmovedora historia de amor, la que une a Jebu y Taniko, a partir de la cual se contraponen dos clases sociales y dos códigos de conducta muy distintos y difícilmente compatibles. Jebu es un joven shiké, un monje guerrero zinja, que sigue a su amada, casada con un cruel hombre, por todo el Japón, llegando a China. Por otra parte, Jebu se enfrenta a un monje mongol que llega a Japón para acabar con la estirpe de Jamuga, interviene en ambos bandos en la guerra entre las Takashi y los Muramoto y termina marchándose a China con el cabecilla de estos últimos, Yukio, para unirse a los chinos en la defensa contra los mongoles. A través de esta historia, en la que la política, las guerras entre estirpes y clanes y la religión desempeñan un papel destacada, Shea logra un amplio y vívido fresco del Lejano Oriente medieval.