En 1669 Laure cumple 17 años y es una bijou de la Salpêtrière, el monstruoso e insalubre edificio de París donde se hacinan huérfanas, prostitutas y enfermas mentales. Las bijoux son jóvenes seleccionadas por sus buenos modales, su piedad y, sobre todo, su habilidad con la aguja. Trabajan el point de France, el exquisito bordado que triunfa en la corte del Rey Sol. El trabajo es extenuante y la comida escasa. Cuando una compañera muere de escorbuto, Laure remite una carta a Luis XIV en la que expone la miserable situación en la que se encuentran. El sueño de Laure de convertirse en una afamada costurera parisina se hace añicos cuando la insolencia de su carta recibe un durísimo castigo. Será una «hija del rey» y deberá partir a Canadá, una colonia de la que solo llegan noticias de inviernos infernales y espantosas muertes a manos de los indígenas iroqueses. Llegar a Canadá supone un viaje de más de dos meses en una abarrotada bodega de barco infestada de plagas. Una vez en la colonia, Laure es destinada a Ville-Marie, la futura Montreal, el más apartado de los asentamientos. El hombre con el que se desposa la abandona la mayor parte del tiempo en una miserable cabaña, rodeada en invierno de una capa de nieve hasta la cintura. Pese a las penurias, Laure no pierde su pasión por coser ropas bonitas, no le abandonan las ganas de vivir, de sentir y fi nalmente conoce el amor y la verdadera pasión en brazos de Deskaheh, un indígena, pese a la transgresión que ello supone y el precio que tendrá que pagar si es descubierta.