Entre 1952 y 1958, es decir en el periodo que transcurre entre su marcha de Logroño y sus comienzos como trabajador de la industria cinematográfica, Rafael Azcona colaboró en diversas y variopintas publicaciones, pero lo hizo principalmente en La Codorniz, de cuyo equipo de redacción llegó a formar parte durante un tiempo. Con el fin de recuperar su obra «perdida» y de ofrecer a los lectores no solo una extensa muestra del talento humorístico de Azcona sino también un retrato coral de la sociedad española de los años cincuenta, hemos reunido en tres volúmenes todas las colaboraciones firmadas (con su propio nombre o bajo seudónimo) que publicó en la que fuera «La revista más audaz para el lector más inteligente». Estas aportaciones, contemporáneas de sus obras más celebradas (El pisito; Los muertos no se tocan, nene; Los ilusos, etcétera), no son simplemente las creaciones de un joven desbordado de talento que huye de mediocridad provinciana para ganarse la vida como escritor, sino que son también el humus —muy enriquecido— de sus posteriores aportaciones tanto cinematográficas como literarias. Además de los textos, se publica la mayor parte de su obra como dibujante de chistes y viñetas, y entre ellas las que en su tiempo fueron todo un fenómeno editorial: el Repelente Niño Vicente. Un humor delicado y cáustico a la vez electriza estas obras, en las que Azcona construye en ocasiones un mundo al revés —siempre gamberro y siempre amable— a la par que comparte con el lector sus divertidas obsesiones: Un humor, en el que se hacen patentes las lecturas de Jonathan Swift y de otros clásicos de la irreverencia, y que le permite asomarse a la realidad y, acompañado de una mirada incrédula y única, descubrir el deslumbrante brillo de una sociedad completamente gris.