Cartarescu, antes que el magistral narrador que conocemos, fue un joven poeta. Miembro del grupo de escritores rebeldes conocido como «la generación de los blue jeans», la poesía significaba para él una forma especial de ver las cosas. Un insecto, un puente o una ecuación matemática; una frase de Platón o un principio de biología; una sonrisa o un koan del budismo zen: todo era poesía. Cartarescu escribió cientos de poemas durante su juventud. «Devorábamos pan con poesía. Nuestro mundo era el dolor, pero también era la belleza. Y todo aquello que es bello e ideal es poesía.» Pero llegó un día, cuando tenía alrededor de treinta años, en el que decidió que no volvería a escribir ni un verso más en su vida. Sin embargo, Cartarescu nunca dejó de ser poeta y su legado permanece.