Durante el mes de febrero de 2009, una amplia zona del sureste de Australia fue pasto de los incendios más mortíferos de la historia moderna del país. En una jornada que desde entonces se conoce como Sábado Negro, un hombre encendió dos focos en el valle de Latrobe, en el estado de Victoria, y después se sentó en su tejado a contemplar el escenario apocalíptico. A pesar de que es poco habitual atrapar a un pirómano, esta vez las autoridades lo consiguieron.