Abel o Caín? ¿Tú o yo? No sabría decir quién fue primero, quién dio el inaugural zarpazo ni cuándo. Me resulta imposible adivinar cuándo comenzó el pecado compartido: en qué momento histórico el roce se convirtió en caricia o la palabra se hizo carne. Más que una novela, “Palabra de Caín” es un diario al azar o un monólogo polifónico donde la narración avanza retrocediendo, una antigua historia contada desde otro punto de vista. Tres cuadernos, tres lugares: Madrid, Nottingham, Méjico. El lector deberá seguir los vericuetos de la acción y el lenguaje para llegar a entender quién golpeó primero y si Caín verdaderamente mató o amó. “…No tiembla el pulso cuando la punta de la navaja entra en la carne y dibuja en mi hombro derecho una estrella sangrante. Cierro los ojos y contengo el grito, me muerdo el labio allí donde conservo el sabor reciente de tu sexo. El estigma es mi destino. Ya estaba allí, oculto, tú sólo lo sacaste a la luz con la ayuda de una navaja…”