Proclamado emperador del imperio romano con sólo diecisiete años, Nerón tuvo que renunciar a sus sueños para cumplir los de su madre. Agripina, quien cometió el magnicidio que permitió al joven ocupar el trono. La relación entre madre e hijo fue sin duda turbulenta: ella lo introdujo en las artes amatorias y guió sus pasos hacia el poder. No obstante, también fue ella quien se convirtió en su enemigo acérrimo y el emperador acabó ordenando su muerte.