Mientras desayunaba con sus mariscales el día de la batalla de Waterloo, Napoleón afirmó que Wellington era un mal general, que los británicos eran malos soldados y que antes del mediodía Francia obtendría una fácil victoria. Este hecho provocó que los historiadores le hayan acusado de un extraordinario exceso de confianza y de subestimar enormemente la capacidad militar de su enemigo. Andrew Roberts, reconocido historiador ingés, nos ofrece en este libro una visión original y muy actual de las relaciones entre dos de los generales más importantes de la historia.