28 de marzo de 1939. Las operaciones bélicas -que no la guerra- tocan a su fin en España, con la victoria implacable, despiadada, del ejército rebelde de Franco. En los tres días que median entre esta fecha y el último parte de guerra, en el Puerto de Alicante se escenifica la agonía de la República, en la desesperación de los miles de personas (soldados, alcaldes, maestros, periodistas, obreros, diputados, familias enteras...) que aguardan en sus muelles los barcos prometidos que habrán de hurtarles de una represión sanguinaria. Pasan las horas, los días, y sólo una nave, el Stanbrook, un viejo y herrumbroso carbonero inglés, comandado por el legendario capitán Dickson, se apiada de los vencidos y acude en su auxilio, burlando el bloqueo de la escuadra franquista, los submarinos de Mussolini y la aviación nazi.