En 1830, un grupo de hombres acusados de actos de piratería fueron ahorcados en Cádiz mientras su cabecilla, el pontevedrés Benito de Soto, esperaba idéntica suerte en una angustiosa prisión de Gibraltar. Todos ellos, protagonistas de una aventura marítima sin igual que se desarrolla en tres continentes distintos, se llevaron a la tumba uno de los más desconcertantes misterios de la historia del Cádiz del siglo XIX.