LÉLIA O LA VIDA DE GEORGE SAND

LÉLIA O LA VIDA DE GEORGE SAND MAUROIS, ANDRÉ

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Resumen

André Maurois, el gran artífice de la biografía, ha logrado en el estudio de la vida de George Sand uno de sus aciertos más brillantes. Sus relevantes dotes de investigador y sus condiciones de novelista, ensayista y profundo conocedor del alma humana —abundantemente demostradas en otros campos— han convergido aquí en torno a una singular figura de mujer. ¿Admiración? ¿Simpatía? ¿Espíritu de justicia? ¿Anhelo de reivindicación? Quizás un poco de todo esto; quizás todo esto a la vez. "¿Por qué George Sand?", pregunta Maurois en su magnífica Nota Liminar, adelantándose a la posible interrogación de algún lector. "Es que George Sand", responde, "fue la voz de la mujer en un tiempo en que la muer guardaba silencio. Habló de música tan bien como Stendhal y mucho mejor que Balzac o Hugo. Describió la vida de los campesinos franceses con una grandeza, ora idílica, ora épica. Sintió y manifestó un amor sincero hacia el pueblo mucho antes de que el sufragio universal impusiese esa actitud." Por lo demás, una mujer a quien Flaubert consideraba como a un maestro, que inspiró a Musset y a Chopin, y que mereció la admiración de Balzac y Dostoyevski, debía poseer una personalidad necesariamente excepcional. Que en su vida hubo grandes errores y peores extravíos, nadie puede negarlo. Que en su actitud frente a las contingencias de una existencia tormentosa hubo contrastes violentos de luz y de sombra, es lo que ha dado pie a juicios muy severos. Pero nada justifica la afirmación de quienes pretenden que la obra de George Sand es hoy ilegible, o poco menos. Maurois está dispuesto a admitirlo si quienes tal cosa afirman se refieren a los libros que Sand escribió para poder pagar las cuentas del panadero. Pero lo niega con valentía si el haz de la verdad crítica se dirige hacia la Historia de mi vida, las Cartas de un viajero, los diarios íntimos, etc. "Allí", dice Maurois, "Sand es la parigual entre los mejores." El ilustre biógrafo de Byron, de Shelley y de tantas otras grandes figuras de la Europa de los tres últimos siglos ha elegido como materia de expresión de su arte a una vida de mujer para la cual pide al lector, si no amor y simpatía, al menos respeto. El apasionado ahinco con que las nuevas generaciones siguen interesándose por su obra literaria y por su vida pública y privada lo exige esencialmente.