El marabú o boa de plumas tiene una indiscutible carga erótica, pues se asocia al striptease y al music hall, aunque también las mujeres de la alta burguesía sucumbieron a su encanto y lo utilizaron como echarpe sobre sus trajes de noche. La fascinación del marabú reside en que es una «prenda» para ocultar y, al mismo tiempo, juguetear con el cuerpo femenino, por lo que no tardó en convertirse en elemento indispensable de los cabarets y las casas de citas. A raíz de la Exposición Universal de 1888 y de su neutralidad durante la I Guerra Mundial, Barcelona se vio de pronto convertida en la capital de la dolce vita, acogiendo a empresarios del music-hall, prostitutas, vedettes de revistas, actrices, adivinas, cantantes, así como a una variada fauna de hombres de negocios, espías e industriales. La ciudad se erigió además en pionera del arte pornográfico, que tuvo en Alfonso XIII a uno de sus grandes entusiastas, y la provinciana y polvorienta avenida del Paralelo se transformó rápidamente en una calle con cosmopolitas salas de fiesta, teatros de variedades y espectáculos de un erotismo nunca visto, sin que jamás faltaran las plumas del marabú...