A principios del s. XVII la villa de Cangas do Morrazo, en las Rías Baixas, se hace célebre porque varias de sus vecinas son llevadas ante el tribunal de la Santa Inquisición en Santiago de Compostela acusadas de brujería. Entre ellas se encuentra María Soliño, una mujer con hacienda y negocios que rondaba los sesenta años cuando fue juzgada. La villa de Cangas gozaba de una economía boyante basada en la pesca y el comercio, hasta que en el año 1617 sufrió un ataque de piratas berberiscos que cambió su historia. Reuniones de brujas en lascivos aquelarres en las playas, delaciones entre vecinos o abusos de poder, alimentaban sermones moralizantes desde los púlpitos y ansias justicieras en buena parte de la sociedad. María Soliño —o Soliña— se convirtió en un personaje legendario para la sociedad gallega, difuminado por el paso del tiempo y cantado por el gran poeta Celso Emilio Ferreiro. Premio Ateneo Ciudad de Valladolid.