James Joyce y T. S. Eliot, quienes se conocieron y se influenciaron mutuamente, dieron a su vez, y en sus respectivos campos, unas obras consideradas como canónicas en la literatura del siglo XX. El Ulises de Joyce y La tierra baldía de Eliot son para muchos —y por no decir indiscutiblemente— cimas de la prosa y la poesía, respectivamente, de ese siglo, y la influencia que han ejercido sobre toda la literatura posterior es difícilmente cuantificable. La tierra baldía comparte con el Ulises un portentoso uso de la tradición, entremezclando referencias intertextuales con un complejo desarrollo interpretativo, y como el Ulises, es una lectura difícil de abordar. Pero eso no debería de desalentar al lector: enfrascarse en este poema supone un grato ejercicio de placer tan estético como intelectual, y fácil será quedarse admirado ante el poderoso torrente poético y figurativo que se despliegan a lo largo de sus 434 versos. Indiscutida, por tanto, la relevancia y calidad de esta obra, en lo que conviene fijarnos es en lo que ofrece la presente edición, a cargo de Andreu Jaume y la editorial Lumen. El que quiera abordar a Eliot desde aquí, no será defraudado: el libro está bellamente editado, y tiene varios elementos que aportan un valor añadido: a La tierra baldía le antecede una colección primeriza de poemas, Prufrock, que lo iluminan y clarifican, pues se aprecia el ejercicio iniciático que tendría que reflejarse en La tierra baldía; la introducción de Andreu Jaume, contextualiza con precisión el poema; y a los textos acompañan unas notas —situadas al final, de modo que no entorpezcan la lectura— que facilitan al lector el rastreo del ingente arsenal de citas y referencias que se desprenden de los versos. Solo queda apuntar que el libro es una edición bilingüe: el que se maneje en inglés podrá acceder al poema original, mientras el que no —o que requiera de una ayuda suplementaria— tiene a su disposición una traducción modélica, que mantiene un buen equilibrio entre la traducción más literal y las licencias permitidas para conservar la particular prosodia del poema original. En algunos casos, además, Andreu Jaume justifica algún pasaje de conflictiva traducción en las notas. (Carlos Cruz, 26 de febrero de 2015)
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