El teatro en el Barroco tuvo su máximo esplendor como ningún otro género, pero si la obra dramática se crea para ser representada —y no para expresarse sólo como literatura—, tendría que haber existido en la época un actor poseedor de una técnica a la altura de ese teatro. Esa investigación es la que conforma esta monumental obra, que une al necesario rigor una justa y bondadosa mirada hacia el vilipendiado farsante que fue capaz de animar los textos dramáticos del Barroco español. Después de una visión necesariamente historicista del actor desde la antigüedad, y de la profundización en el concepto del arte a partir del Renacimiento, la autora se adentra en una lectura intencionada de documentos de la época: las acotaciones que aparecen en los textos dramáticos, las publicaciones que tratan sobre los aspectos lícitos y morales del teatro, cualquier tratado cuyo léxico contenga alusiones a los actores, así como la bibliografía que se ha acumulado sobre el género y la época.