En el cierre de su novela Cornelia, Florencia Etcheves deja flotando la ilusión de que la protagonista ya no es una amenaza. Sin embargo, en La Sirena, hay quienes sienten lo contrario. No basta con que Cornelia Villalba porte una nueva identidad y goce de una mejor vida en el pueblito español en el que se ha refugiado, ni que trabaje en una panadería de Besalú horneando y decorando torteles. Hay alguien que aún padece por ella. Y no se trata de una cobarde sensación de amenaza. Cornelia, la Sirena, es una espina clavada en el cuerpo, que pide a gritos un castigo.
No siempre las historias acaban en la última página de un libro. A veces, algunos personajes reclaman ser traídos otra vez a escena. Junto con Cornelia, también regresa el Egipcio, el hombre que la marcó a fuego con sus manos y un apodo. Khalfani Sadat no tiene buenos recuerdos de su Sirena. Día y noche piensa en ella, revive la traición, mientras el tiempo se desliza entre los barrotes de la celda VIP que ocupa en una cárcel de Barcelona. ¿Bastará con tener en un puño al director del reclusorio para que la venganza sea exitosa? ¿Quién resultará vencedor si la Sirena y el Egipcio se reencuentran otra vez cara a cara?
La Sirena reúne las mejores cualidades de la narrativa de Florencia Etcheves: un encadenamiento perfecto de conflictos y enigmas, el ritmo acelerado de una trama que sofoca, una rica galería de personajes que parecen reales y una escritura llena de detalles, que el lector agradece y aplaude.