Lo primero que llama la atención de esta obra es el estilo: el monólogo interior. Narrada con esta peculiaridad, desde el principio hasta la última línea sabemos lo que se “cuece” en la mente de Else. La lectura es fácil y sencilla, pero se necesita concentración para no perderse en los cambios que emanan en la mente de esta joven. Una palabra, una situación o un objeto pueden ser el causante del viraje de las ideas y sentimientos de Else. Como es lógico, en la ética actual no tiene cabida el “motivo” de las cavilaciones, preocupaciones y la conducta de la protagonista, pero si tiene valor y vigencia las reflexiones. Son un análisis (y denuncias) sobre la hipocresía, las apariencias de las personas, y las renuncias y abnegaciones en toda relación; la soledad e incomprensión del ser humano; la incompatibilidad de los deseos y la realidad; el amor y el sexo como algo redentor; la muerte como liberadora de las opresiones; o la posición de la mujer, nadie se interesa por su interior, que está supeditada a toda condición moral, social y es inferior a la “circunstancia masculina”, siempre abocada a los sacrificios. El final es predecible, pero no por ello deja de tener fuerza y consistencia el argumento. En poco más de 100 páginas, leemos un corto e intenso cuadro psicológico.
hace 13 años