Se llamaba a sí mismo «El Incrédulo» porque no podía creer en aquel extraño mundo en que se encontró de repente. Lo que ocurría en el Reino no podía ser real. No era posible que los maestros de la ciencia obtuvieran fuego de una madera incombustible, ni que lograran que la fuerza de la piedra fluyera bajo sus dedos. Pero lo hacían. Había estado enfermo en la tierra y el Reino le había devuelto la salud. Había sido expulsado, sin culpa alguna, considerado como un ser impuro, convertido en un paria. Y en el Reino era considerado como la reencarnación de Berek Mediamano, el héroe más importante, el poseedor del poder místico del oro blanco. Pero Covenant no tenía idea de cómo podía utilizarse aquel poder. Así comienza una de las más extrañas fantasías épicas jamás escritas.